lunes, 31 de marzo de 2008

Bla, bla, bla y ¿a quién le hacemos caso?

Hay muchas dudas que me saltan a la cabeza cuando me hablan del día del parto. ¿Dolerá? Siempre, desde pequeña, me imaginaba que el parto era un día de mucho dolor. Un dolor que era más fuerte que el de cabeza, que un golpe en la canilla, que un batazo en el estomago. Y talvez por eso, lo veía más bien como un día de terror, sangriento. Obviamente, mi percepción al respecto fue cambiando cuando comencé a entender la importancia de la vida. La importancia de ser mujer y de tener ese don tan milagroso de crear vida. Ya no veo al parto como algo tenebroso, lo veo como uno de los días más importantes de mi vida y del que nunca olvidaré. Estoy segura que mi vida se dividirá en dos, antes y después del alumbramiento.

Otra de las preguntas que me hago para ese día es ¿cuál será la posición que adoptaré para pujar? Muchos se preguntarán, ¡qué pregunta tan rebuscada! ¡Qué ganas de complicarse la vida! Pero cuándo eres mujer y lees sobre este asunto te das cuenta que es importantísimo que nosotras nos sintamos cómodas, nos sintamos protagonistas, que respeten nuestro cuerpo y el cuerpo de nuestro hijo. Repudiar cualquier acto que trastorne el momento y que se quiera imponer. Nadie tiene porque decidir la posición en que te sientes cómoda para pujar.

También me pregunto si mi bebé será recibido por mí o bien saldrá directo a las manos de un pediatra para ser revisado. La primera opción, o más bien escena, me da mucha ilusión. Recibirlo decirle que soy su mami, que lo adoro y que lo voy a cuidar mucho, pero sé también, y este es el escenario que escojo, que es importante que sea revisado y custodiado por un pediatra neonato quien lo revisará y nos dirá que el bebé está bien y compensado. Luego, sé que tendré muchos momentos para abrazarlo y decirle todo lo que se me ocurra.

Sé que mi parto será grandioso. Será lindo. Daré lo mejor de mí para que mi bebé se sienta a gusto en su nuevo hogar. Todos los procesos tradicionales los acataré sin ningún temor. Sé que hay nuevos métodos y escuelas que hacen que el parto sea más natural, pero por ahora me siento segura con mi médico y segura con las decisiones que estoy tomando. Así que lo que te aconsejo es no agobiarte con los consejos que te dan todas las personas que creen que su experiencia es el parámetro de la realidad. Cada quien vive momentos diferentes. Así que esta nueva situación la viviré con placer y sin miedos y haciéndole caso a mi médico.

miércoles, 19 de marzo de 2008

El día del encuentro

Érase una vez una joven mujer que tenía una gran panza. Un día esa gran panza se convirtió en un niño, su hijo, desde ese momento comenzó un gran idilio y una gran historia…

Ojála pudiera escribir lo que va a pasar el día en que, por primera vez, vea, en vivo y directo, a mi pequeño bebé. Escribir todo lo que voy a sentir y, todo lo que él sentirá. Saber, como por arte de magia, todas sus inquietudes y sus angustias a la hora de enfrentar este amplio mundo. Descubrir con facilidad el significado de cada uno de sus ruiditos y tener la respuesta inmediata y rápida para suplir sus exigencias.

Quisiera tener una maleta, como la de los magos, llena de implementos que me ayuden a darle a mi hijo las mejores condiciones, tener un instrumento de traducción simultanea, que me diga a mí lo que mi bebé está diciendo y que le diga a él lo que la mami quiere expresarle. Que el vínculo de comunicación entre los dos no se vea nunca interrumpido por la inexperiencia. Que la maleta contenga polvos mágicos que al verterlos sobre su cuerpecito lo provea de los mejores sueños.

Hace poco soñé con él. Por primera vez vi su carita. Era un niño grande de piel blanca. Tenía poco cabello y negro. Se parecía a mí. Me recordó a una foto mía de cuando era bebé. Era muy cachetón con unos ojos grandes que me miraban sorprendido. En el sueño era un bebé, más que inquieto, curioso. Mirón. Detallista. A través de sus ojitos nos asentía: Ahhh, así que esa voz pertenece a ese rostro, tu debes ser mi papá y tu, aquella señora que llora, debe ser mi mamá. Por fin los conozco. Yo soy su bebé.

En ese sueño yo sabía perfectamente lo que mi bebé quería. Sabía lo que pensaba y también lo que necesitaba. En un momento, con una agilidad de madre con 10 hijos, decidí ponerlo sobre una cama y cambiarle los pañales. Vi en su rostro una cara de alivio y de agradecimiento y le dije a mi esposo: Ves, quería que lo cambiara y lo supe antes de que llorara.

Justo esa lectura de pensamiento y descifrar con facilidad todo el mundo de mi hijo es lo que quisiera aprender antes de recibirlo al mundo. Pero sé que es una misión imposible y que esa comunicación que desde ahora está naciendo se seguirá desarrollando más el día en que nos veamos la cara.

Sin embargo, les puedo decir que desde ya mi bebé sabe que lo amo, que lo espero con mucho amor y que seré una madre abnegada y dispuesta siempre a aprender con él todo lo que el mundo nos deparará.

martes, 11 de marzo de 2008

La maternidad

No es difícil convertirse en madre. Sobre este asunto muchas mujeres me darán la razón. Sin embargo, la maternidad en su significado pleno y extenso de la palabra no es asunto tan fácil. ¿Qué es ser buena madre? Muchos responderán diciendo que una buena madre es aquella comprensible, amable, cariñosa, atenta y dedicada a su hijo al 100%. Esto sería lo ideal, ¿pero creen que las que no ocupan el 100% de su tiempo, no son tan atentas ni tan cariñosas y a veces no suelen ser tan comprensibles, son malas madres?

Creo que hoy en día ser madre es muy distinto a lo que fueron nuestras abuelas e incluso a nuestras mamás. Asumir la maternidad solo como una muestra de amor incondicional, me parece una locura. Obviamente amar a nuestros hijos es algo que en muchos casos es instintivo, pero para formar a un hombre o a una mujer es importante inculcarle también valores y disciplina. A veces, los métodos que aplicamos para cultivar estas raíces, no son del todo comprensivos ni atentos. Sin embargo, son una de las mejores muestras de amor que le dan los padres a los hijos.

Mi madre es un ejemplo de valores. Ella a todos sus hijos les inculcó, a diario, con mucha disciplina, el sentido real de la vida. Ella nos hacía ver que en nuestro alrededor había cosas buenas y otras no tanto. Nos instruyó a ser justos y a horrorizarnos antes las injusticias y saber defender nuestros derechos y de aquellos que son más vulnerables.

Nos enseñó la importancia de ayudar al prójimo sin pedir nada a cambio y, sobre todo, nos enseñó que en la vida hay que ser hombres y mujeres dignos y honestos. Los métodos para que sus hijos aprendieran la lección no fueron del todo amables, con esto no quiero decir que fueron agresivos y que nos dejaron traumas, todo lo contrario.

Mi mamá trabajó siempre, y por lo tanto es comprensible que no siempre estaba dispuesta a atender al 100% a sus hijos. Eso es de humano. Pero a pesar del agotamiento, ella siempre estuvo con nosotros durante el almuerzo y en las noches nos preparaba siempre una rica cena. Ella nos enseñó a ganarnos las cosas con esfuerzo y dedicación. Para mí ella es un ejemplo perfecto de lo que es y debe ser una madre. Yo no cambiaría nada, pero sé que soy distinta en algunas cosas a ella. Sé que tuve un ejemplo a seguir con buenos resultados, no obstante, tengo miedo de no lograrlo, de no ser una buena madre. Tengo miedo de que mi bebé tenga quejas de mí.

martes, 4 de marzo de 2008

Entre verbos y el sujeto

Parir. Un verbo muy usado y aplicado, en todo el sentido de la palabra. Antes podría haberlo conjugado sin que me afectara. Ahora pensar en eso, y en primera persona, me da un poco de terror. ¿Por qué si es algo natural que muchas mujeres ‘conjugan’ sin problema y da mucha felicidad? Porque todas las futuras madres deseamos que las cosas salgan bien, que no duela, que el bebé no sufra y, nos inquieta el futuro sobre lo que nos espera luego de finalizar la conjugación de este verbo, porque este verbo, luego se vuelve continuo. La vida nos cambia y podríamos decir que comenzamos a conjugar otros verbos que antes no formaban parte importante y fundamental en nuestras vidas.
El bebé. Un sujeto que se fusiona, sin dificultades, a varias emociones indescriptibles e incertidumbres que nos incitan con facilidad a vivirlas. Un sujeto que calza a la perfección con cualquier verbo. El bebé duerme. El bebé come. El bebé se ríe. El bebé nos ama. El bebé está feliz…El bebé llora y no sabemos por qué. Un sujeto que nos dará las mayores de las alegrías y las preocupaciones, porque siempre los padres estaremos buscando lo mejor para ellos. Y no exagero. Buscamos que los verbos y los adjetivos que implican y estén vinculados con el bienestar y la felicidad formen parte de su vida.
Este nuevo sujeto que quedará permanente en nuestra vida y esta nueva ejecución y acción de un verbo, que puede que se repita, son las dos muestras de que la vida está entre verbos y sujetos que nos marcan y dirigen hacia otros rumbos el timón de nuestra existencia. Es por eso que hemos decidido, mi esposo y yo, conjugar el verbo parir con felicidad, y los dos al unísono aportándole dicha al sujeto.
Nuestro médico nos recomendó hacer un curso de psicoprofilaxis que es un disciplina que trata de que los futuros padres se preparen y disfruten física, emocional, intelectual y mentalmente el parto y, luego, el posparto y la lactancia.
Es así como el verbo parir se nos ha hecho más humano, más increíble y nos hemos dado cuenta de la importancia que son los sujetos, en este caso yo y mi esposo, de vivir este momento y así darle una grata y acogedora bienvenida a nuestro bebé.
Así que desde ahora estoy preparada para conjugar y vivir a plenitud todo lo que me espera el verbo parir y el sujeto bebé.